lunes, 3 de diciembre de 2012

TRUCUTÚ. (TEORIA DEL FRANCOTIRADOR).


Era un día como tantos,pero Elizabeth deseaba con todas sus fuerzas que fuera el día soñado y esperado durante tantos años.
Se esmeró cuando eligió la ropa que se pondría, en cada uno de sus detalles.
Pero hizo especial hincapié en lo corto de la minifalda,y lo escotado y sensual de la camisa.
Sus ojos destellaban.
Cuando se vio al espejo del salón casi no podía creer lo hermosa y provocativa que se sentía.
El suave maquillaje ocultaba sabiamente los efectos de su último encuentro de ayer por la tarde.
ël salió del baño con el cabello aún húmedo, y la miró con deseo.
Era y se sentía fuerte y poderoso.
Se acercó a ella lenta y premeditadamente sonriente,seguro del efecto que provocaba en ella,cada vez que lo hacía.
La mano se ciñó a su cintura y la atrajo hacia él besándola y haciéndola gemir.
Bien sabía él lo que producía en ella cuando actuaba así.
Cuando un par de horas más tarde salía del edificio donde vivían,Raúl sonreía satisfecho,aún enardecido y poderoso.
No podía evitar recordar una y otra vez,obsesivamente, todos y cada uno de los gemidos.
Cada efecto producido por sus golpes en la cara y el cuerpo de ella mientras le gritaba se multiplicaban en su memoria y repetían el placer y la furia hasta el infinito.
Seguro y poderoso abrió la portezuela de su coche.
No vio el autobús conducido por una mujer, que le destrozó por completo.
En un último atisbo de lucidez previo a la muerte,supo lo que sentía quien era golpeado y mutilado.
Después de todo,es bien sabido que las mujeres conducen mal.