jueves, 30 de septiembre de 2010

CUADERNO NEGRO



PAISAJES DEL INSOMNIO.

El aire que atraviesa el aire
cuchillo entre las hojas.
Un resplandor crepitante en el mar lejano,
y una luna amarilla y moribunda.
Un barco fantasmal se aleja hacia la lluvia.
Es inquietante la música que apaga las horas
mientras aguarda agazapado
el gato en las cornisas
el vuelo terminal de una paloma.
La memoria que envuelve la memoria.
Galope de presencias que se agolpan
cruzadas hacia nunca.
Conciencia infinita de las vidas
que atravesaron mi vida.
Cuchillo entre las hojas nunca escritas.
Aire que envuelve el aire que mutila
el árbol ya sin hojas.
Voy sembrando palabras en la noche
y el corazón se enciende como lámpara.
Silencio ya.
Silencio.
El aire se detiene
igual que se detiene la memoria.
Un caballo se aleja sin galope.
Enciendo un fuego inútil en esta noche oscura.
Y voy quemando palabras y promesas
sueños y presencias.
Fuego que envuelve el fuego
mano inútil sobre inútil mano prisionera
piel inútil sobre inútil ternura de la tierra.
Olvido sobre olvido.
Silencio ya
silencio.



Una rosa de piedras entre mis manos,
los ojos hacia Marte
y el corazón en Venus.
Entono la canción del guerrero
y elevo mi voz en el desierto.
Una rosa de musgo entre mis dedos
mi piel atenta espera su momento.
Resuena el tambor de mis latidos
y oigo el lejano trueno.
Vuelve el lobo que hay en mí,
vuelve la anaconda.
Soy el fémur mastodóntico
enarbolado como una simple lanza
por el gigante que me acunó en su sueño.
Una rosa de agua entre mis labios,
los ojos en la nada
y el corazón en Venus.
He acudido a este momento
sabiendo que diseño mi destino
en cada línea que dibuja el aire
en la pradera ya muerta de mi pecho.
Una rosa de fuego ante mis ojos.
Esta es la senda del guerrero.
Elevo mi canción en el desierto.
Aquí están mis enemigos.
Ahora ya lo sé.
Ya no temo.
Digo la palabra; la mantengo levada
mientras dirijo mi corazón a Venus.











L a lluvia canta en la soledad del alba.
Recorro mi memoria hasta tocar tus senos.
Tu recuerdo me envuelve en una niebla mansa.
Lentamente te nombra.
No quiero despertar mi lejanía de ti.
Cierro los ojos para sentir tu mano izquierda.
Yo se que llegará ese día
en que los pájaros
cantarán a tu alrededor disipando la nube
de mi melancolía.
Llegará ese momento en que tus ojos
envolverán de ternura y alegría este paisaje.
yo estaré en ti como un aire,
como un árbol definitivo,
como una tierra firme a la que llegas
para cantar suavemente la canción
que nosotros sabemos entonar como nadie.
La lluvia cesa en la soledad del alba.
Algún pájaro canta
me sonrío y me digo que la vida no alcanza
para este amor que te tengo
y que te aguarda en la soledad del alba.
“Lo de María Rosa”
al alba.





Me envuelven anacondas de palabras.
El sonido inacabado de un gemido
sobrevuela la noche de luna inmaculada.
Me envuelven anacondas de recuerdos.
El agua inmóvil presagia la marea,
y el olvido se apodera del planeta.
“Para poemario incierto”
Leo AntunezEnlaces a esta entrada
Afuera la penumbra, el trueno,
el presagio de lluvia.
A mi lado el fuego crepitante,
los brumosos ojos de mi perra
y una flor entreabierta en mi memoria.
Mahler me envuelve en la niebla de su música.
Miro al futuro,
previendo magias, sortilegios, espejismos,
sabiendo a ciencia cierta que no bastan.
Susana aletea con su risa por la casa
y el colibrí de su voz aligera el aire de la vida.
Afuera, la penumbra.
El viento que estremece
la poca hierba que sobrevive al invierno.
Tengo largas las uñas
y tengo corto el ánimo.
Añoro el galope, los amigos que nunca jamás tuve,
los hijos que se fueron, el misterio.
Añoro los almendros, la música
la hoguera de San Juan y el plenilunio.
Recorro Cangas y repaso a Oviedo.
Invoco el fuego fatuo de otras horas.
Afuera, la penumbra.
Se me ocurre un poema.
Un manifiesto.
Un grito penúltimo.
Y apenas si me atrevo
a echarle leña al fuego.
Afuera el trueno ya es relámpago y furia
a mi lado duerme su vejez mi perra
y en sus ojos brumosos ya no transcurre el tiempo.
“Mandrágora”
8-07-03
Leo AntunezEnlaces a esta entrada
Suceden otoños y lagunas,
lagartos, lunares gigantescos
gritos en medio de la noche,
canciones en susurros,
vientos en el bosque de miradas
lluvias torrenciales
aullidos, nieblas, susurros y gemidos.
Suceden primaveras en tu pelo,
y pájaros luminosos sobrevuelan la nada.
Libros que se abren en la página precisa,
y cánticos que saludan a la siembra
recorren los surcos de tu risa.
Suceden veranos en la luz de tu nombre.
Mares que se agitan
espumas que conmueven
cormoranes que traen tu recuerdo,
navíos imposibles que retornan
al puerto seguro de tus senos.
Suceden inviernos, plenilunios de ausencia,
caballos sin galope
nieblas de luz que envuelven tu presencia,
águilas y cóndores que sobrevuelan tu piel
que yo sé inaudita y poderosa.
Suceden minutos gigantescos
sonidos inaudibles
distancias que apenas me imagino.
Apenas son tres días
y faltan primaveras para tanta alegría.
Apenas unas horas y se me va la vida.
Presentiré el encuentro de la tierra y el sol
en un espacio imposible.
Acunaré tu sonrisa inefable irrepetible
y empezaré a vivir cuando desciendas del aire,
como si hasta entonces
apenas fuera el vuelo de una mosca imprecisa
y me volviera un terodáctilo increíble
que acudiera al sonido de una flor
que se entreabre.

9-6-1.997
da.<5 � n < 8ޞ h� br> Anochece.
Tu nombre lo repito ante el agua infinita.
Me siento como un lobo en plenilunio.
Ya ves,
tu ausencia y mi nostalgia
son el mismo musgo que recubre
la piedra sola
el aerolito
la arena desvalida
de mi vida.
Apenas soy un lobo
que te mira y te busca
en cada gramo de luz
que enciende esta noche sin ti,
y que hace que me parezca a un lobo.
Leo AntunezEnlaces a esta entrada

jueves, octubre 05, 2006

CUADERNO NEGRO


sábado, octubre 07, 2006

Cuando muera
Quiero ser convertido en plenilunio.
Cuando muera – si muero - ,
Quiero ser enterrado a los pies de un almendro
Aferrando una pluma de gaviota en mi mano derecha.
Cuando muera
Reiré penúltimo y me llevaré secretos
Y en mi mano izquierda se ubicarán semillas
Que sembraré dormido en otras latitudes que ahora no sospecho.
Y el duende Fermín yacerá a mi costado
Y me contará las historias
Que yo ya he contado y nunca me creyeron.
Cuando muera
Mis caballos recorrerán la tierra de mis sueños
Cuando muera
Se oirá mi silencio en cada puerta
Que se cerró a mi paso.
Y los pocos amigos elevarán su vino
Hacia un inmenso olvido.
Cuando muera - si muero-
Convenceré al silencio para que me permita
Sembrar poemas nuevos en el aire de agosto
Que fue el aire que trajo
La luz a mi universo.
Cuando muera
Repetiré tu nombre en la flor de un cerezo.
Diré que amé la vida como pocos lo hicieron.
Y sabré por tu risa que yo estaba en lo cierto.
Escrito en Maró el 7 de octubre de 2006. I
Leo AntunezEnlaces a esta entrada

 

 

INMENSO

Inmenso
como era inmenso el aire
en plenilunio.
Como la mar inmensa
como la nada.
Como inmenso el sonido en los acantilados.
Inmenso e inasible
como el vuelo de un cóndor
en la luz que lo envuelve en un atardecer de marzo.
Inmenso
como una niebla que lo envolviera todo.
Como la arena infinitamente anochecida
de un desierto aún desconocido.
Inmenso como la luz que ilumina diciembre
antes que la Navidad nos anochezca.
Inmenso como el universo en movimiento,
y tan sereno como el aroma de un jazmín atardecido.
Inmenso como la inmensidad que acuno entre tus senos
cada vez que acaricio
y que conmuevo
el silencio imposible
que surge de tu amor cuando te miro.
Inmenso como la luz que te recorre.
Me reconozco apenas posible entre tus labios
me encuentro casi reconocible en el espejo
de tus ojos inmensos
como era inmenso el aire
como la mar inmensa.

Atlántida
“Casa de la luz en movimiento”
Renacido
Leo AntunezEnlaces a esta entrada

¿Y dónde el plenilunio y la memoria
que atrae al unicornio hasta la fuente?

¿Qué sucederá a partir de ahora
para que cambie el color de la amapola
o el sol surja por el oeste y me sorprenda?

¿Qué sonido desconocido emitirán los pájaros?

¿Hacia qué destino sin lluvia se dirigirán las nubes?

¿En qué lugar oculto in conocido absurdo
aguardará el amor que ilumine la sombra de muerte que me cubre?

Un arco iris negro abarca el horizonte
que es una simple manera de la nada.

Esgrimo tu nombre para responderlo todo.
Hablo hacia tu ternura para iluminarlo todo.

Tu piel es semejante a una bandera blanca,
a una tregua infinita enamorada
de la luz y el espacio necesario
para contestar a todas las preguntas.

Así que, ¿dónde amor y plenilunio, lluvia y fuente,
unicornio y espacio y amapola,
sonido desconocido de los pájaros
luz innominada, lugar desconocido, traerte, conmoverte, esgrimirte,
para de una vez por todas
creer que pertenezco a un átomo siquiera
de algo parecido al universo.?

Leo AntunezEnlaces a esta entrada
Está tan lejos tu presencia
de Ángel que me alumbra.
que el mundo que me toca
apenas si parece una sombra de otro mundo.
El aire de marzo acude con tu risa
para que el mar parezca en movimiento.
La arena es una piel que te recuerda,
y el sol, de vez en cuando,
dibuja tu presencia entre mis manos.
Tus ojos imposibles acuden a la luna
como si aún quisieras
que me parezca a un lobo.
Anochece.
Las sombras hacen que me parezca a un lobo.
Busco tu presencia
de ángel que me alumbra,
y este aire de marzo te dibuja en mis manos,
como si fuera imposible
la distancia y la ausencia que te cubren.
Me rodea un silencio sin palomas.
Anochece.
La luna que me inunda y te nombra,
y
hace que me parezca a un lobo.
Tu lejanía se repite como un eco,
y me transformo en desierto
en piedra sola
en aerolito
en arena disuelta y esparcida.
Anochece.
Tu nombre lo repito ante el agua infinita.
Me siento como un lobo en plenilunio.
Ya ves,
tu ausencia y mi nostalgia
son el mismo musgo que recubre
la piedra sola
el aerolito
la arena desvalida
de mi vida.
Apenas soy un lobo
que te mira y te busca
en cada gramo de luz
que enciende esta noche sin ti,
y que hace que me parezca a un lobo.
Leo AntunezEnlaces a esta entrada

jueves, octubre 05, 2006