Supuse que era cierto aquello que veía.
Imaginé verdadera la vida de los otros.
Creí que era posible la verdad en sí misma.
(Alguien que no conozco,
Debería existir y haberme dicho
que todo lo que vi creí o supuse, moriría,
como sucede al árbol si sucede el desierto).
Quizá de haber sabido,
Hubiera elegido otro camino, igual de doloroso,
Igualmente posible y a lo mejor más cierto.
Debí, -acaso- saber que esto sucedería.
Así como acudimos gritando enardecidos
de arrebatos de furia de dolor y de ausencia,
también nos sucedieron
maravillosas voces, relámpagos y truenos
pasiones y ternuras y algún que otro sosiego,
que alimentó otras voces al lado de otros fuegos.
Ahora no supongo ni creo ni imagino.
Ahora sé que el viento de la vida,
-aquello que sacude el árbol de los miedos-,
es sembrador de dudas, olvido, y otros duelos.
Escrito después de mirar fotos y pasear recuerdos al alba del domingo.
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