sábado, 18 de septiembre de 2010

BUSCANDO UN HUECO

Nadie me dijo nada de este viaje, y bien sabes que no soporto las improvisaciones,-dijo mi compañero de tantos infortunios-.
-Te estás volviendo achacoso e impertinente…bueno, siempre fuiste un poco impertinente.
Deberías agradecerme esta oportunidad en vez de lamentarte, -dije fastidiado-. ( a mí sí me gusta disfrutar de la luz del alba en los médanos distantes y amarillos).
El café que nos tomamos discurrió en silencio, y ambos salimos en dirección a nuestro viejo hidroavión amarrado al muelle del lago.
La bandada de patos levantó vuelo en la dirección opuesta en cuanto nos elevamos del agua.
El reconfortante sonido de los motores me arrulló, y me distendí en cuanto puse el piloto automático.
El ritual de abrir el termo y servirme el café mientras estudiaba las nubes lejanas me hizo sentirme en paz.
-¿Por dónde comenzaremos la búsqueda esta vez?...al menos dime algo que cambie esta rutina, mal compañero..-dijo Garfio-
Al oeste, entre las pinadas y el Barranco Azul-le contesté, sabiendo que nada cambiaría ese estado de ánimo.-
-¿Y después,qué..? Hacia el Monte León?, Hacia Tierra Brumosa?
Cuál es el recorrido de la mañana?
Vamos a llegar hasta Lóbregos… o volveremos con tiempo para el partido?..
Para evitar toda la siguiente andanada de impertinencias, le pedí que abriera la compuerta de carga en cuanto llegáramos a la altura de sobrevuelo de la pinada mayor, y que allí veríamos y decidiríamos el itinerario de la búsqueda, esperando calmarlo un poco.
Por supuesto, lo  único que conseguí haciendo valer mi rango, fue una andanada de insultos en voz baja, mientras  hacía pasar su enorme barriga al compartimiento de carga.
Deja los intercomunicadores, no0 quiero que se te caigan por la compuerta como la última vez.
Me miró con odio, como esperaba.
Pero hizo lo que le pedía.
Atravesé en vuelo rasante la enorme cantidad de pinos majestuosos, maravillándome de la enormidad de matices que adquiría el bosque en el otoño.
Seguir el trazado del Barranco Azul no era tarea para ningún novato. Por suerte no lo soy.
Miré sobre mi hombro y le dije; asómate en la próxima curva y avísame si ves el destello, bien abajo, a tu izquierda.
Creo que me oyó.
Allí, en la siguiente curva, estaría lo que buscaba desde hace dos meses, lo sabía desde el último viaje.
Fue apenas un instante, más una intuición que una certeza, pero sabía con toda la fuerza de mi corazón que ese era el lugar.
Incliné violentamente hasta poner el ala casi vertical al suelo, y lo pillé desprevenido.
No creo haberle oído decir nada.
Cuando volví sobre el lugar, alcancé a divisar su maldito gorro de lana justo al lado del hueco de la vieja mina.
No está mal-pensé-, no he perdido la puntería.
Al fin podía tomar mi otra taza de café.
Y disfrutar del cercano y larguísimo invierno nevado.
Consolando a una preciosa viuda a la que nunca entendí que pudiera tener tanta paciencia con un viejo tan asqueroso y tan mal socio.


1 comentario:

  1. Querido capi, esto del humor negro, serie negra o cuento fatídico, como quieras llamarlo es tan nuevo en mi conocimiento que me he quedado pasmada con la boca abierta después de la carcajada....Está genial, te felicito.
    Me encanta que saques tus dotes de escritor de paseo y nos regales cosas así.
    Muchoa achuchoncitos.

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