domingo, 19 de diciembre de 2010

PARA: EL PEREGRINO.

PURO CUENTO.



No es bueno asistir al funeral de un amigo.
Uno recuerda muchas cosas de esas que permiten que el muerto sea idealizable, y se tiende a olvidar lo peor.
A mí no me pasa.
Al menos, no me pasa con este muerto.
Jorge fue siempre un hijo de puta verdaderamente malo.
Era mi amigo porque me debía la vida y unos cuantos favores.
Imposible no pensar que todo lo que sucede tiene sentido, y tarde o temprano uno se lo encuentra.
En realidad, y sin proponérselo, me  acaba de pagar todos los favores acumulados.
Con su muerte, claro.
Porque lo cierto es que murió en mi coche, carbonizado. Completamente irreconocible.
Y en este país, nadie  se preocupa por la muerte de un miserable.
Y mucho menos se pierde tiempo en comprobar si el muerto es quien parece ser.
No es culpa mía que me pidiera ropa decente, y le prestara el coche, para” concretar  un súper negocio”.
Siempre supe que no era de fiar, y andaba enredado con gente –cuando menos-, de armas tomar.
No era mi problema. Iba a pagarme y con eso me bastaba.
Tampoco puedo ponerme muy exquisito a la hora de conseguir un poco de pasta para sobrevivir.
Otros fueron más listos que yo, y me habían dejado sin posibilidad de recuperarme, y ya estoy demasiado viejo para empezar de nuevo con mis ideas geniales.
Ya me lo dijo el matasanos: unos pocos años, no muchos, sr. Ha fumado usted demasiado.
Lo cierto es que la muerte de Jorge  me daba un nuevo margen, y yo había leído lo suficiente, y visto el suficiente cine, como para no saber que esto significaba una oportunidad. Aunque no sabía para qué, todavía.
Tendría que pensar rápido, antes que alguien se diera cuenta.
Pero quién se iba a acordar de mí?
Prácticamente vivía en ese coche, y familia no tengo.
Creo que nunca la tuve.
Y ahora eso también resulta una ventaja.
Casi todo lo que podría calificarse como “cosas personales” estaban en el cacharro incendiado, y excepto mis documentos, se habían quemado con él.
Menos equipaje.
Ahora todo será nuevo para mí.-y no pude evitar una sonrisa al pensarlo-.
Subí al primer autobús que pasó, sin siquiera preocuparme hacia dónde iba.
Lo cierto es que comencé a sentirme distinto, raro.
Ya no podía ser yo, y sin embargo no tenía más remedio que seguir siéndolo.
No visto mal .Un poco arrugado aquí y allá, pero nada que no pudiera arreglarse rápidamente si fuera necesario.
Tenía un poco de dinero.
Pero ningún lugar donde ir.
Decidí cambiar de país.
En la frontera no se necesita nada más que el documento de identidad común, ni siquiera pasaporte.
Descendí del autobús con la decisión tomada, y me sentí rejuvenecer.
A pocas calles de donde descendí del autobús, estaba la terminal del Ferry, y me dirigí hacia allí.
En el camino me detuve en una tienda, y compré ropa, una maleta de viaje, y un maletín de cuero.
Por primera vez en mucho tiempo, compré un par de zapatos distinto, elegante, y una corbata sobria, azul oscuro, que completaría mi nueva apariencia.
Al mirarme en el espejo de la tienda pensé:” no está del todo mal, parezco un ejecutivo retirado…”
El pasaje resultó más barato de lo que creía.
Viajaría toda la noche, y entraría en mi nuevo país al amanecer.
Era hermoso.
Todo era hermoso.
La vida era hermosa, y yo era distinto, aunque fuera el mismo.
La mujer que estaba mirándome fijamente desde el otro asiento, me sonrió como si me conociera.
Yo sabía que no, porque una mujer así no sonríe a un hombre como yo, y menos aún le conoce.
Estamos en lados distintos de la vida.
Ella era luminosa, rubia, de unos cuarenta años, con un cuerpo de ensueño, envuelta en un vestido semejante.
Le correspondí la sonrisa, como si ambos estuviéramos enterados de algo que sólo nosotros conocíamos.
No pretendía coquetear con ella en absoluto, pero a quién le amarga un dulce?
Vuelve al paisito?,me preguntó con una voz que casi me sofoca por lo suave y distinguida.
No…me temo que es la primera vez que vengo.
Ud sí está volviendo?
Miró hacia la noche iluminada por los barcos cercanos que hacían la misma travesía, y melancólicamente me dijo: Algo parecido, sí.
Anselmo Vincenti, encantado, -le dije tendiendo mi mano temiendo ser rechazado-.
Karina Lavalle, y estoy encantada yo también.- me dijo recuperando la sonrisa-.
Viene de vacaciones..O es una visita de negocios? – me preguntó atenta a mi expresión-.
Vine a inaugurar el resto de mi vida. –le contesté sonriendo inexplicablemente feliz-.
Entonces sea bienvenido a lo mejor del resto de su vida, -dijo con una risa ronca que erizó de excitación los pelitos de mi nuca-..
Nos quedamos callados un buen rato, pero el lazo que nos había reunido, se hacía perceptiblemente más firme, cuando pedimos las bebidas.
Ella dejaba que cayera su cabello dorado sobre la mano que sostenía su copa de vino, y yo admiraba la belleza de sus manos, la elegancia de su cuello, su dentadura perfecta, sus ojos verde-grises que ejercían un poder hipnótico sobre todo lo que se posaban, especialmente en mí.
Mi desconfianza de gato callejero, me hizo pensar que estaba buscando algo que seguramente escapaba a mi bolsillo.
Pero no era una fulana.
Era escritora. Y periodista de información económica, de un semanario importante, que por supuesto yo conocía.
Es usted un extraño, y por eso es más fácil comentarle que el desamor es más fuerte y determinante que la vocación o el resto de las cosas que hacen a la vida. –me dijo serenamente un rato después.
Y, su historia, sus misterios? …Perdone, no puedo con mi condición, he sido imperdonablemente entrometida.
No hay demasiado que contar, le respondí mirando fijamente sus ojos.-Sé mentir muy bien-, quizá debería decir que lo que le contara sobre mí le sonaría aburrido y previsible.
No sé porqué no le creo.-respondió poniéndose seria-
Hay algo misterioso que no sabría definir, en la manera en que mira las cosas...
Le he estado observando.
Cuando viajo suelo hacer eso.
Y hay una especie de diversión pícara en sus ojos cuando mira a lo lejos.
¿Una vida que cambia al cambiar de país?..No parece estar sufriendo..
Tiene alguien que le espera del otro lado, cuando llegue?
No hay nadie que haya dejado, ni nadie que me espere, lamento decepcionarla, pero mis misterios, como usted les llama, son nada aquí, nada allá…y un camino ya no tan largo para recorrer.
Me miró largamente y me dijo bajando sus ojos:
Puedo hacerle una proposición?
…No es lo que usted piensa,- me dijo rápidamente-.
Es que no quiero bajar sola de este barco.
No quiero sentir que estoy sola en el lugar del que me fui hace 20 años.
No sé porqué hago esta estupidez, perdone.
_Se levantó y salió a cubierta sin darme tiempo a reaccionar de ninguna manera-.
La vi irse, y mi vejez me hizo quedarme quieto, esperar a ver cómo se desenvolvía toda la situación.
Esperé un par de horas.
Si quería algo de mí, vendría a buscarlo.
De lo contrario, habría perdido una oportunidad de conocer a alguien hermoso y distinto.
Vino directo hacia mí y me dijo: no sé por qué me dirigí a usted, ni por qué confío que me ayudará, pero le necesito.
Karina: cuándo es su cumpleaños? – le pregunté sonriendo-.
21 de abril, por qué me lo pregunta?.
Hablemos de lo que le preocupa, pero dígame la verdad. Sólo así podré tener el privilegio de ayudarla, si al final de esta conversación aún cree que me necesita, le dije, sabiendo ya, el terreno que pisaba.

(Fragmento.)

No hay comentarios:

Publicar un comentario