viernes, 10 de diciembre de 2010

PEQUEÑECES.

Vi un niño besando la mano que le lleva.
Un gato jugando con su sombra a las tres de la tarde.
Caminé por un sendero entre las dunas,
y el aire acarició mis ojos transformándome en pájaro.
Un perro mordía las olas y corría y corría y corría,
 y tuve dos gaviotas al alcance de mi mano. 
Volví hacia la casa del olvido,
y en mi camino se cruzó una pareja tomados de la mano.
Sonreían.
Ella elevó sus ojos ambarinos buscando los ojos del muchacho.
Rieron con ternura.
Se abrazaron.
Caminaron hacia el mar y hacia la vida
y a su paso la luz resplandecía.
Volví mis ojos hacia la lejanía.
Vi como se miraban y reían.
Llegué a la cima del médano dormido.
Por la calle pasaba un carro tirado por un caballo viejo.
En el jardín cercano,alguien quemaba hojas y recuerdos.
Antes de irme, miré hacia el mar de nuevo.
Ellos continuaban besándose y riendo.
A mí nadie me amó jamás de esa manera,
pensé sabiendo que era cierto.
A lo mejor, tampoco lo merezco.

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