Si miro hacia el futuro
cada día apenas si llega
a la longitud de un latido.
Ahora soy capaz de ordenar sin ninguna metáfora
todos y cada uno de aquellos espejismos
que parecieron ser el eje de la vida.
Discurro lentamente.
Mis pasos no me llevan a ningún hemisferio.
Me emocionan otras pequeñas cosas
que a la mayoría le pueden parecer innecesarias:
Una hogaza de pan recién horneado,
un cachorro gimiendo de alegría al reconocer a su dueño,
un vaso de agua limpia,
el vuelo del pájaro que se acerca a su nido.
El olor de la hierba que acaricio descalzo.
Ver pasar el caballo de un vecino.
La mirada infinita de mis perros
cuando vuelvo a mi casa del olvido.
Si miro hacia la vida,
todo puede parecerme igualmente innecesario.
Injusto.
Inmenso.
Todo oscuro, silencioso, terrible o luminoso.
Debe ser el cansancio lo que hace que se humedezcan los ojos sin motivo.
Cada sol que ahora miro se iguala con la lluvia
que admiro y necesito.
Cada viento que llega es equiparable
al que ya me tocó en otras latitudes
sin que yo lo supiera o percibiera.
Ahora cada instante es precioso,
inigualable y último.
Ahora sí la vida se mide con la vida.
¡Relindo, capi! Me encanta que te sientas así, no por la tristeza que siempre es tu compañera sino por la esperanza que guardan esas pequeñas cosas inapreciadas.
ResponderEliminarBesotes.