martes, 21 de diciembre de 2010

Yo viví ese instante inolvidable,
anclado frente al mar de mi nostalgia
como una sombra deshilachada, antigua.

Sembré su nombre como un estandarte
al pie de una duna inmaculada,
donde viví ese relámpago,
donde sentí esa furia,
donde por primera y casi única vez,
grité y grité bajo la lluvia enamorado.

Y supe en el preámbulo del día,
que jamás sería amado.
Que nadie encontraría
la semilla de ternura y alegría que anidaba
profundamente herida en lo más hondo.

Supe desde el relámpago de soledad
que me envolvió en la bruma,
que nada cambiaría mi destino.
Yo ya sentí a esa hora
que nunca nadie haría nada,
 que el árbol posible moriría
desolado y silencioso al renacer el alba.

8 de junio 08.

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