Duele por ejemplo esta mañana.
Duele esta certidumbre gris y antigua de mi carne.
Buscarme en cada calle gris que acumulo mis pasos.
Saber que esta ciudad gris se viene abajo,
y que los hombres grises que la pueblan dicen en voz baja
“Mi destino era éste”
y a continuación pierden la memoria gris,
implacablemente seducida.
Duele por ejemplo recordar vagamente
que aún no sé donde concluye todo lo gris que somos.
Que no lo sabré nunca.
O pensar por ejemplo:
ella vendrá sin saber si vendrá
Sin saber porque viene o que diré después de haber acumulado
Tiempo y sed y soledad y frío y gris.
Gris ceniza, elefante, amanecer, el asfalto,
gris traducción de los días. Promesas.
Despertar de mi sexo y pájaros grises que clausuran definitivamente los sentidos.
Duele también
(ahora todo duele)
mirar el asalto del viento y preguntarme
cuando es cierta la sombra que me envuelve.
Desterrar los presagios
la lluvia en la ventana.
Duele olvidarlo todo.
Masticarse.
Y el gris de mano gris como la niebla.
Gris tu mano de niebla y tu cintura
tu mirada de cazadora
de jaguar en celo gris
O de paloma gris.
Duele sin temor – ferozmente -
como se ve el amor.
Como levantar al universo gris
un puñado de tierra duele.
Brutalmente duele ese dios gris, callado y taciturno,
y quizas duela mas humanamente mañana comprenderlo todo
y decir una mañana gris en voz baja y amarga
“Mi destino era éste”
acabar desafiando a mi sombra
y soñar viejos y grises rincones
para ir acumulando miedo.
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