miércoles, 3 de noviembre de 2010

PARA ALGO DEBERÁ SERVIR EL VUELO.

He llegado hasta donde nadie
se atrevió a seguirme.
No me detengo allí sino que aún sigo.
En ese largo vuelo inadmisible,
silenciosa es la verdad a la que acudo.
Y eterna y luminosa la consigo.
He llegado a donde nadie osa
a acariciar la vida con sus manos.
Se tiñe de esperpento la caricia
si en medio la hendidura del miedo y la locura
hacen de mí un estrago y un designio.
En este viento acudo sublime en mi impostura
de libertad sin duda y sin sosiego.
Antes bien, el otoño hace su estrago,
y el dolor se acumula en su angostura.
Terrible es el espejo en que me miro.
Temible lo que veo y no consigo.
He llegado, lo digo y lo repito,
a verme tal cual soy, y en el delirio
alcanzo la verdad y la acumulo.
He llegado hasta mi.
Adonde nadie llega.
Y en el largo camino se han quedado
toda una vida entera, raíces  ya desiertas,
sueños vanos, poemas  y silencios.
He llegado donde nadie se ha atrevido.
Para algo deberá servir el vuelo.

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