sábado, 22 de enero de 2011

LA TESIS




El anciano profesor miró a los 31 alumnos sentados frente a su escritorio, y con paso estudiadamente lento se dirigió al atril que estaba en el centro del auditorio.
Limpió sus gafas mientras un gesto de fastidio dominaba su boca.
Debo darles mis conclusiones en esta breve charla, y cada uno de vosotros deberá sacar las suyas propias…imagino… - declaró con su voz siempre inesperadamente profunda y grave -.
Veamos: 6 meses de investigaciones que abarcan todas las especialidades.
Treinta y uno de los pretendidamente mejores y más cualificados cerebros profesionales del planeta..
Ingentes cantidades de fondos sin restricciones de ningún tipo, liberados a capricho de cada uno de los alumnos de este curso.
La garantía escrita y avalada por cada uno de los gobiernos de los países de origen, que cada uno de los concurrentes a este seminario, formará parte de la Secretaría de Contactos con Otros Mundos…
Comidas sofisticadas.
Sin límite alguno para cualesquiera que fueran vuestros apetitos o fantasías.
Y aquí a mi lado, encima de este atril, -y lo que es aún peor-, en mi cerebro, vuestras tesis.
Vamos paso a paso:
-Ud. Srta.…….ah! sí! Lutecia No Sé Cuántos, que siempre se sienta en primera fila pretendiendo llamar la atención cruzando y descruzando sus largas piernas…(nunca tuvo en cuenta que soy demasiado viejo para dejarme impresionar por esos gestos…o ni siquiera le importa, y ése es su deporte preferido?)..
Creí cuando le conocí, impresionado favorablemente por el informe técnico que avalaba su presencia, que podía equivocarme, y que su inteligencia sí podía estar en proporción directa con el tamaño de sus tetas…pero me equivoqué.
Deduzco, por tanto, que deben ser postizas.
Su cerebro también, ya no lo dudo.
Y Ud. Su Serenísima Estupidez: de qué Religión proviene?
Ni siquiera he podido sacar una –ni siquiera una!- sola, misérrima conclusión de tanta parrafada y farfolleo…
Supongo que lo que en su Cofradía pretenden es justamente eso.
Pues aquí perdió la oportunidad de redimirse.
Ud.…el del fondo, el señorito de origen francés, tan remilgado..
Si logra explicarme en las próximas reencarnaciones lo que quiso decirme en su tesis, a lo mejor podría comprender qué demonios hace aquí…y dónde dejó ese maravilloso cerebro que se le supone… O Ud., el inglesito de mamá con casa en el campo y rosales magníficos..Ud., no sirve ni siquiera para abono.

Así, uno por uno, el anciano profesor fue desmenuzando las torpezas de todos.
Al final, agotado y visiblemente decepcionado, se dirigió al más joven y lejano de todos los que allí estaban y le dijo mirándole fijamente: y por último y no por ello menos importante…me queda Ud. El Benjamín.
Ha sido el único que se ha atrevido a entrever en la niebla de los racionales, una posibilidad, y ha buscado algo semejante a un hallazgo que avalara lo que en sí mismo es ya una certidumbre.
Suba a este estrado, por favor.
El joven y delgado muchacho, se dirigió hasta donde estaba el profesor y le dijo en voz baja: gracias profesor, es un orgullo inesperado.
No es cuestión de orgullo, quédese a mi lado.-  le contestó el anciano, poniéndole una mano huesuda en su hombro derecho-.
En cuanto a ustedes, hatajo de inútiles despojos de la inteligencia, nada me importa lo que hagan sus respectivos gobiernos, pero en esta futura Secretaría no tienen cabida.
Por favor, cuando se retiren, dejen el ego colgado en el perchero, a la salida.
Fuera de mi vista! Dijo en voz profunda.
Todos se fueron rápidamente.
El anciano se volvió ahora hacia el muchacho y le preguntó con respeto: es verdad que se atreve a creer en los Ángeles?
Al volver los dos hacia la salida, se veía al anciano arrastrar sus alas debajo del abrigo, ya sin necesidad de disimularlas.

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