martes, 25 de enero de 2011

ME ATREVO.

Me atrevo a sentir 
(en esta sencillez sin tregua que todo lo domina),
que todo fue creado con un simple propósito,
en una especie de ecuación ineludible.


Todo lo que sucede es una consecuencia
de algo que dije, decidí, propuse.
Algo que estaba en mí, no en mis afueras.
Una semilla de algo,  bueno o malo, (es lo mismo
visto desde otro ángulo de esa ecuación suprema),
que debía suceder a través de mí, como un emisario
de una infinita cadena de algo que ni siquiera
nos atrevemos a imaginar que exista.


Me atrevo a creer que en este viento de ahora,
hay semillas que el árbol no previó que estuvieran.


Intuyo que el agua arrastra cosas
que no hacen a su esencia,
sino que es un vehículo ya establecido,
para que ese orden universal
pudiera mantenerse aún vivo.


Las palabras, los hechos,(hasta algún que otro sueño),
se asemejan a eso:
a viento con semillas,
aguas que discurren hacia nubes aún inexistentes,
fronteras de otras nadas que asemejan
la voz de un dios travieso arrepentido
de no habernos previsto .

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