sábado, 15 de enero de 2011

MADRUGADA.

El viento recorre el alba y la acaricia, 
y toda la piel se vuelve pradera luminosa.


Mientras bajan los Mirlos a beber de la aurora,
mis manos se transforman en excusa
para tocar el cielo.


Navego con mis pies desnudos de sentido,
acariciando caracolas sin saberlo.


Beso la luz que gime entre los pinos.


Oigo una canción que trae la memoria
de un paisaje inaudito de otro tiempo.


Bebo el agua incesante de la vida.
Y beso la luz que gime entre los pinos.





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