jueves, 20 de enero de 2011

SOLOS LOS DOS

El Sangrador corría desaforado calle abajo.
Yo siempre supe que ocurriría algo por el estilo cuando llegara el momento de definir la situación.
Ambos teníamos maneras distintas de enfrentar el problema, por eso ahora nos enfrentábamos.
Había sucedido otras veces en el vecindario, pero básicamente era para definir liderazgos en las pandillas.
Pero él y yo éramos los únicos “solos” que quedábamos.
Y el que sobreviviera sería para siempre el único entre todos ellos.
Y por lo tanto, el imprescindible, el juez de cada cosa que requiriera alguien “no vinculado”.
Ahora, sus cortas y fuertes piernas le impulsaban rumbo al río y los barracones.
No me apresuré.
No tenía por qué hacerlo.
El Río era la frontera, el límite .Después de los barracones del Negro Segundo, no había otra cosa que Los Arenales, y no era aconsejable andar por ahí.
Sabía que mi cuchillo había dejado huella en su barriguita flojota, y que no podía ir muy lejos.
Podía dejar que se desangrara….pero no era mi estilo.
Y aquí también se definía la manera en que tratarían al vencedor en el futuro.
El Estilo era fundamental, marcaría la pauta.
Dejé que transcurrieran algunos minutos, y seguí el rastro hasta las inmediaciones de la Aduana del Olmo Negro.
El reflejo del sol en la ventana del segundo piso me advirtió a tiempo de la encerrona.
El Sangrador no estaba solo.
Mejor.
Me iba a divertir un ratito más.
Dejé el Disfraz en el banco del parque de la esquina, y me transformé en gato viejo.
No sospecharon nada.
Los comí despacio, debajo del olmo viejo.
Cuando volví a mi forma, sólo vi los despojos.
Fui hasta la cantina y pedí mi vaso de siempre, pero pedí una botella nueva.
Me caían pesadas las comidas a deshora.
La Pandillas ya se habían enterado que yo era el vencedor, y me enviaban sus emisarios para reconocerme despacio, para medir mis exigencias y mis condiciones.
Los oí a todos.
Después de todo eran sólo cuatro pandillas en esa región, y estaban muy definidas cada una en sus intereses.
Pero ahora todos esos intereses me interesaban a mí también.
Nunca disfruté tanto.
Ahora debía prepararme para los Aspirantes que seguramente surgirían.
Me ubiqué en La Colina.
Dominaba el paisaje y el espacio.
Y quien quisiera reunirse conmigo, debía atravesar el puente y quedaría expuesto siempre a mi vigilancia.
Pero hasta los Genios duermen.
Así que me especialicé en vigilancia defensiva.
Cuando pasaron los meses, y mi autoridad quedó bien sentada con la muerte de cuatro Aspirantes (uno de ellos muy hábil), subí la cuota.
Supe por mi soplón más caro que las cuatro Pandillas se unirían para acabar conmigo.
Me preparé a conciencia.
Llegado el momento, cuando los cuatro batallones subieron la colina para acabar conmigo, me limité a volarla completamente, con todos ellos encima.
Creo que no esperaban tanto estropicio, porque no previeron que yo podría sobrevivir.
Pero lo hice.
Vaya si lo hice.
Ahora toda la región me pertenece.
Ya no hay Pandillas, ni ejecuciones, ni corrupción.
Dios mío!
Qué lugar más aburrido.
Esto de ser el único solo que queda es desolador.
Habrá que buscarse otro lugar más entretenido me dije.
Pero conocí una Hembra.
Y ahora ya no sé quién es el enemigo.

1 comentario:

  1. Impresionantes palabras, querido escritor-poeta, me gustan...me encantan..
    Besos.

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